domingo, 24 de mayo de 2020

Fiona y la historia de bla, bla, bla...

Fiona había deshecho su maleta a toda prisa y se tumbó en la enorme cama del hotel...no hay nada como esos primeros instantes en los que llegas a un sitio nuevo con todo por descubrir.
Retorno

Fuera llovía...Lino lo sabía por el aire húmedo que llenaba el taller en el que se encontraba.

Llevaba tres semanas absorto el que sería su último trabajo. Todo el conocimiento que había adquirido a lo largo de una vida de sacrificio y estudio estaba volcado en aquella máquina. Cada tornillo, cada palanca y manivela eran el fruto final de esa dedicación en cuerpo y alma a la física y la biología. Y por fin aquel día, aquel 25 de mayo de 2020, la máquina del tiempo estaba terminada.

Lino sabía que necesitaba terminarla pronto, cada segundo contaba y cada día que se retrasaba ponía en riesgo el mundo que él conocía. No podía esperar el tiempo que requerían las pruebas que un experimento de esta naturaleza...tenía que ser rápido y saltarse todo el protocolo. Aunque estaba seguro de su éxito, estaba nervioso. Esa misma noche la probaría.

Todo podría fallar y su vida terminaría ahí mismo, desintegrado en el universo que tanto le había fascinado. Sin embargo, desde que empezó con esta historia, tenía claro una sola cosa: a que fecha viajaría. No le importaban riquezas, ni el reconocimiento de una comunidad científica que necesariamente caería rendida a la genialidad y simplicidad de su idea. Siempre había estado ahí, sencillamente, no podían verlo. No, no le importaba en absoluto. Sabía que su invento podría cambiar el mundo y tenía claro que debería destruir la máquina después de aquel primer viaje. Pero necesitaba volver a aquel instante, aquel 15 de abril. Cinco semanas antes cuando su vida giró inesperadamente...y aquellas palabras salidas de sus labios, cambiarían su vida de forma insoportable.

Desde pequeño Lino había sido un niño distraído, siempre absorto en sus pensamientos, siempre preguntándose el por qué de cada pequeño detalle de la naturaleza, el cómo de cada función, y el quién estaba detrás de todos esos misterios que le rodeaban. Al principio, las preguntas eran muy básicas y las respuestas que recibía de sus maestros eran suficiente...luego, cada respuesta llevaba a una nueva pregunta, y esta nuevamente al vacío. Descubrió los libros y en ellos encontró respuestas y nuevas preguntas que le mantenían en vilo noche tras noche...parecía un camino sin fin, un mundo demasiado complejo y vasto cómo para caber en la cabeza de una sola persona. Y un día, de repente, se acabó. Todo encajaba. Lino se dio cuenta que los libros que estudiaba no hacían sino repetir una y otra vez los mismos teoremas, describir la misma realidad con distintas palabras, distintos puntos de vista...pero una misma realidad que se abría ante él sin misterios. Cada célula se desplazaba por el espacio tiempo conforme un mismo patrón y Lino podía verlo...trasparente antes sus ojos, claro y uniforme...regular y replicable...